Con la llegada de 2023 son muchos los que han lanzado mensajes de “bienvenido 2023, ojalá sea el año del cambio y que todos tengamos las mismas oportunidades”, y eso lo único que demuestra es que sigue habiendo gente buena en este mundo, pero poco más. 2023 ha llegado, pero las cosas seguirán igual, porque el sistema es el que es y porque a los que manejan las manecillas les interesa que así siga siendo. Sin más.
Vivimos en un sistema capitalista, es decir, un sistema dónde manda “papá dinero”. Si no tienes dinero, fácilmente puedes ser excluido socialmente – también ocurre con los niños en el colegio, por desgracia, y es más acuciante cuando regresen al colegio después de este periodo vacacional de Navidad. Esto, al igual a ti no te afecta, porque como yo tienes las espaldas bien anchas de los golpes que la vida te haya podido dar, pero para los niños, el llegar a clase y ver que compañeros que se han portado igual o peor que ellos tienen todo lo que pidieron, y ellos sólo tiene “alguna cosilla”, pues es muy duro y puede llegar a crear trauma, por muy exagerado que te pueda parecer.
Seguramente los niños de hoy en día sean más endebles socialmente y todo lo que ustedes quieran, pero ese es otro debate que no viene a cuento, pues todo tiene una explicación de lo que ya hablaremos en su momento.
Llega 2023 y la cosa pinta fea. La recesión económica es inminente, y por más que nos vendan la moto, no se están creando más puestos de trabajo. Se crean puestos eventuales, pero que carecen de duración en el tiempo, y cuyos beneficiarios vuelven a engrosar las listas del paro en muy poco tiempo. ¡Y suerte que tenemos paro!, que dicen algunos.
El sistema está preparado para que quiénes están arriba manejen todo, y porque mientras más pobres seamos, más fáciles seremos de manejar, pues con unas “paguitas” de apenas 400 euros vamos tirando porque “menos es nada”. Una forma de pensar que también sería digna de estudio, pero que desgraciadamente es la que abunda, y la que hace que no se luchen por nuestros derechos de la manera en que se debería, como sí ocurre en otros países.
Vendría muy bien que hubiera un tipo de político distinto, que eliminara los fueros de la clase política y aboliera los privilegios de éstos, pero es que en España siempre ocurre lo mismo… Una vez en el convento, ¿quién ve a Dios y no lo besa?
Todos queremos ser Dinamarca, Alemania, Suecia, grandes potencias económicas, pero a la hora de luchar nadie mueve un músculo, sólo lo hacemos a través de redes sociales como si eso sirviera de algo. ¿Se imaginan a nuestros abuelos luchando por nuestros derechos con comentarios en twitter o facebook? ¡Qué va! Ellos salieron a la calle, se manifestaron – pacíficamente – y cuando se tuvieron que partir la cara, vinieron con la cara rota para que nosotros, hoy en día, podamos decir “todes” sin que ocurra nada, y para que todos tengamos las mismas oportunidades, que las tenemos, por más que nos traten de convencer de que no es así.
Estas actitudes ayudan para que quienes nos dirigen – y me da igual el partido político que sea, no hablo de ideologías políticas – hagan con nosotros lo que quieran. A día de hoy, nadie nos asegura que dentro de 15 años podamos seguir cobrando pensiones, nadie nos asegura el sustento del estado de bienestar, por mucho que nos digan que sí, porque la deuda pública continúa en aumento, porque la sanidad cada vez está más devaluada, porque cada vez tenemos menos recursos y económicamente estamos más denostados… Y nadie hace nada.
Sí, es cierto. Vendría muy bien que hubiera un tipo de político distinto, que eliminara los fueros de la clase política y aboliera los privilegios de éstos, pero es que en España siempre ocurre lo mismo… Una vez en el convento, ¿quién ve a Dios y no lo besa? Se lleva años diciendo que el Senado es un gasto público innecesario, y ahí sigue… Se lleva años diciendo que no se pueden privatizar servicios fundamentales para la ciudadanía, y se sigue haciendo, porque interesa que a ti, como político, te garanticen un “echadero” bueno cuando dejes tu cargo. Los jóvenes no entenderán que hace 20 años, si no hubieran privatizado Telefónica, a nadie le hubieran cortado el teléfono por falta de pago si el gobierno quisiera, pues nos pertenecía, era nuestra – otra cosa es que los políticos hubieran querido, pero eso es harina de otro costal-. Tampoco entenderán que Endesa también nos pertenecía, y que la luz de este país dependía de la gestión del gobierno del país… hasta que decidieron especular con ella, y hoy a miles de familias no tienen luz ni para calentar un platito de sopa a sus criaturas. ¡Qué triste!
Tan triste como cierta es la realidad de este país, y tan triste como cierto es que no va a cambiar, al menos, a corto plazo, y por desgracia con la generación venidera, todo apunta a que la lucha por los derechos va a ser cada vez más difícil.